Una habitación impropia llena de rabia, ira, ganas de gritar, de  romper, de mandar a la mierda tanta felicidad, tanta maternidad   responsable, tanta fidelidad inevitable, tantas obligadas sonrisas,  tantos deseos impostados, tanto afecto insoportable y tanto y tanto paternalismo bien (o mal) intencionado. Ha pasado casi un siglo desde que Virginia Woolf proclamó que eran  necesarias dos condiciones para la independencia de la mujer: quinientas  libras al año y una habitación propia. Repito: ha pasado casi un siglo.  Sería bueno por tanto ver qué ha hecho el paso del tiempo con aquella habitación y con aquellas quinientas libras. Eso hace Natalia Carrero, a modo de diálogo narrativo con el famoso  ensayo de la Woolf, con las cinco historias que conforman este libro.  Cinco mujeres, cinco relatos, cinco vidas, cinco metáforas narrativas. Y  la verdad es que el balance no parece muy optimista:  con habitación  propia o alquilada y con salario fijo o precario, la independencia  parece ser hoy todavía un horizonte incumplido e  inalcanzable. Veamos: Mia, la primera de esas protagonistas -«Me llamo Mia y soy toda tuya»-  goza de hogar conyugal, bienes gananciales, hijos y afecto matrimonial,  es decir: no aguanta más el «placer» de ser diligente madre y amante  esposa, y disimula mientras mantiene relaciones clandestinas con el  alcohol y el sexo furtivo. Se siente como una existencia inútil y tiene  miedo, impotencia y culpa, y trata de escribir porque desea, lo que de verdad desea, es tener una voz propia. No les voy a presentar al resto de las protagonistas. Si quieren  conocerlas ya saben: compren o roben o pidan prestado el libro, busquen un espacio cómodo y un tiempo con silencio, y lean.